De la diversidad praxeológica a la unidad identitaria de los mediadores

El mediador se asume como un artífice de la (re)construcción pacífica y positiva de las lógicas comunicacionales, de empoderamiento de los individuos y de resolución de conflictos. Y, a pesar de la variedad de titulaciones, su acción intervencionista está señalada por su naturaleza identitaria, siendo en sus aptitudes, estructuradas en los principios éticos y deontológicos, que se encuentra la confianza del potencial de la mediación. Algunos mediadores disponen de leyes y/o códigos, en los cuales se definen los principios y normas de la ética teológica (de la responsabilidad social) y de la ética deontológica (de la convicción del deber), garantes de la calidad de su acción. Todavía, no todas las especialidades de la mediación disponen de diplomas específicos. Sin embargo, se reconoce el carácter transversal de tales principios, entendiéndose, por ello, que deben ser específicos, y, sobre todo, comunes, configurando una dimensión unitaria y global de esta forma de intervenir.